Oquedad

Mis pausas son una sensual mirada retrospectiva. La poesía es una vieja amiga: fiel, omnipresente, callada. Depósito de mis interminables quejas ante la vida. He escrito en los lugares impensados: rincón de un mercado, asiento de vagón, fondo del salón, reino en la grama: nunca me niego a lo inevitable. No puedo decir que cada uno de los poemas ha sido bueno (casi nunca será así), pero puedo decir que he escrito para mí misma, para hacer catársis sobre mis nostalgias. Las palabras me permiten no arrepentirme de nada. He aquí una muestra de ello.



OQUEDAD


Por cierta errata

de mis manos

he entregado todo lo que tengo

ahora hago mis caricias

en la oquedad;

hora oscura

en que maúlla.

He sido beso vacío

y ciudad deshauciada

tantas veces 

que he sido diosa.

Mis dedos precarios

aguardan préstamo

de lo que he dado

a tu vuelta

el día que tu verbo me llene,

a tu vuelta

el día que tus dientes me allanen.



#2


ME EQUIVOCO.

considero algunas palabras

poco más que accidentes

delicia      por ejemplo.

Por ejemplo, tiendo

a osificar los sonidos

cada uno como un balazo.

Una sien colapsada

poco más que una lluvia.

No hace falta

una muerte más,

la fatalidad nació tórrida.



#3


Observo el tiempo:

lo peso, lo ignoro, lo maltrato;

el tiempo

     se merece

        mis adioses

(y aun más

una que otra

        insufrible

            despedida).



#4


El fin ha sido        término lenitivo

para lo que no pudimos empezar.

Excepto en red de sueños

(que serán nuestros cómplices

en la pelvis y en la guerra)

[y en la guerra pélvica].

Yo vi el cielo tan dormido

que descarné a la noche

y me hice zamuro.

Me vi tan desnuda

que me terminé

y me hice noche. 

Estos son los hitos de mis años

que mitifican la hora

y la partida. Este

trozo de memoria entre nosotros

se llama Océano

y hemos ahogado en él

toda una vida.

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