Días Sin Hambre

Fragmentos de un poemario hipotético, nacidos en una ciudad altamente hipotética.



#33

Me deslizo en el sismo
y los niveles del orgasmo
repetidamente
se distienden.
Busco en mis dedos
sabores insomnes,
mientras afuera
gritan niños durante el fútbol.
Ambos libramos una partida
un juego de golpes
y sudores
y murmullos.
Ambos jugamos de día
a mi deseo
nada le importa:
ni la sed ni la hora
ni la película de Godard
que no terminé.
Lo devora todo.
Las paredes las salivas los dientes
los suelos lo devora
todo.
Come las luces de septiembre
con una soledad plagada de sexo
me celebro;
me celebro a mí misma.


#35

Soy un grito
pero ya no estupendo
sino tenebroso.
participo en el cadáver
de mi vida pasada
llena de cal y canto
destruyo su osamenta.
quizá la palabra esté rota
más que nada en la inflexión
de colores sin apellido
contentos
ilegítimos.
me apetece ensamblar una muerte así
de aquellas cuya sombra alegre
en días como este
parece descomunal.


#27

He configurado mi tristeza
con los días distintos
para que crezca a mucho
más que sólo amar
(amar la luz el pozo la cama
la rama la puta la vida
amar) mucho más.
Los sonidos tristes
como las fístulas los timbres
y los huesos
se han anunciado.
Con mis silencios inermes
sólo alcanzo a desarmar
esas cosas demónicas
como las despedidas.


#36

Quizá la lágrima sea mi techo favorito
   y la noche incendiaria
     el fruto de los nervios
Quizá mi destino siempre
     renacerme a mí misma
       desfigurar
y configurar mi anatomía;
    alguna ocasión será
       la última de las ocasiones
llena del cuerpo del día último
    de la ingle última
       del último ojo
en un salto del llanto a la tierra
    en un retiro reptiliano
       que me deshace lacrimógena.


#19

La solución:
meterme en mí.
Retroceder
    avanzar
penetrar en mi receptáculo
ya sabemos: un desierto
para que nadie sepa.


#22

Le pido al día
que no me pida tanto
ni de mí el hambre
o el hombre que arde
con la dermis seca
ni los sábados atrofiados
con dedos llenos de mí
porque puede que sólo
reciba mi calma
y los rostros que
he escrito en mi pecho
con letras que no sé decir.
He dejado de vocalizar
las tragedias
porque a lo sabático
pertenece mi fuga.
(Aún) le pido al día
que no pida tanto de mí.


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